jueves, 20 de junio de 2013
Poema de Pablo Neruda
Solo la muerte
Hay cementerios solos,tumbas llenas de huesos sin sonido,
el corazón pasando un túnel
oscuro, oscuro, oscuro,
como un naufragio hacia adentro nos morimos,
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la piel del alma.
Hay cadáveres,
hay pies de pegajosa losa fría,
hay la muerte en los huesos,
como un sonido puro,
como un ladrido de perro,
saliendo de ciertas campanas, de ciertas tumbas,
creciendo en la humedad como el llanto o la lluvia.
Yo veo, solo, a veces,
ataúdes a vela
zarpar con difuntos pálidos, con mujeres de trenzas muertas,
con panaderos blancos como ángeles,
con niñas pensativas casadas con notarios,
ataúdes subiendo el río vertical de los muertos,
el río morado,
hacia arriba, con las velas hinchadas por el sonido de la muerte,
hinchadas por el sonido silencioso de la muerte.
A lo sonoro llega la muerte
como un zapato sin pie, como un traje sin hombre,
llega a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo,
llega a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta.
Sin embargo sus pasos suenan
y su vestido suena, callado como un árbol.
Yo no sé, yo conozco poco, yo apenas veo,
pero creo que su canto tiene color de violetas húmedas,
de violetas acostumbradas a la tierra,
porque la cara de la muerte es verde,
y la mirada de la muerte es verde,
con la aguda humedad de una hoja de violeta
y su grave color de invierno exasperado.
Pero la muerte va también por el mundo vestida de escoba,
lame el suelo buscando difuntos;
la muerte está en la escoba,
en la lengua de la muerte buscando muertos,
es la aguja de la muerte buscando hilo.
La muerte está en los catres:
en los colchones lentos, en las frazadas negras
vive tendida, y de repente sopla:
sopla un sonido oscuro que hincha sábanas,
y hay camas navegando a un puerto
en donde está esperando, vestida de almirante.
miércoles, 19 de junio de 2013
Reflexiones
Doménica Cisneros.-
Durante el transcurso de la realización de proyecto de desarrollo filosófico en mi opinión fueron nuevas experiencias y muchos sentimientos a la vez ya que mientras iba pasando el tiempo sentíamos la tensión e inseguridad al no saber si íbamos a pasar o no, también este proyecto nos ayudo a ser mas organizados y responsables porque dentro del grupo cada uno tenia un rol importante ya que todos y cada uno teníamos que trabajar y aportar al grupo con un poquito de nosotros, en el grupo tuvimos altos y bajos llegamos a desconfiar de nuestro esfuerzo pero con apoyo y aliento de cada una de nosotras logramos salir adelante y esforzarnos para así poder hacer en este caso los dos cuadros.
Paula Puga.-
La muerte es como una etapa mas de vida no es un final es un nuevo inicio nuestra voz calla pero nuestra mente grita nadie sabe a donde vamos después de la muerte tal vez en años lo sabremos pero hasta entonces es un completo misterio. Cuando alguien muere a todos nos duele pero no entendemos que hay mas allá el miedo a lo desconocido a lo que no se sabe a lo que alguien que queremos va y no sabemos donde es. En desarrollo del pensamiento filosófico en mi grupo es escogió este tema fascinante investigando así aquellos textos que hablan sobre la muerte y lo que esos filósofos como Heidegger pesaban sobre el asunto. Yo cree un cuadro basándome en los ensayos de Montaigne que decían filosofar es preparase para morir ,por esta razón yo hice una biblioteca con un pasaje que guía hacia la luz o en otras palabras la muerte. Este proyecto no solo nos enseno mas acerca de la muerte sino que también nos enseno a trabajar en equipo y dar lo que se pueda por hacerlo bien.
Cristina Jaramillo.-
Nuestro grupo eligió el tema de la muerte porque nos pareció un tema muy interesante porque todas las personas tienen miedo a informarse sobre esto y nosotros queremos expresar todo lo aprendido en un dibujo. Nosotros leímos los libros ser y tiempo de Heidegger y los ensayos de Montaigne nos parecieron libros muy interesantes que nos enseñaron como pensaban ellos sobre la muerte, y lo que nosotros nunca podemos pensar sobre la muerte ellos tenían una mente muy abierta sobre esto. La muerte es un tema muy importante del que todos debemos informarnos y tenemos muy en cuenta cuando algún pariente muera, todos debemos valorarnos y querernos porque uno nunca sabe cuando llegara su muerte.
Nosotros leimos varios libros para quitarnos algunas dudas pero sinceramente sobre este tema no hay respuestas, y los libros que mas se acercaron fueron ser y tiempo de Heidegger y los ensayos de Montaigne, hubieron cosas muy interesantes que ahora se puede decir que sabemos un poco mas de la muerte, pero la duda de todos es cuando vamos a morir.
Sofía Ortega.-
Nuestro tema fue la muerte elejimos ese tema, porque nos parecio un tema que a veces muchas personas se preguntan de como nos vamos a morir a que hora va a venir, y como lo podemos prevenir, pero todas estas preguntas no las podemos responder con certeza porque nadie sabe que pasara con nuestras vidas.Nosotros leimos varios libros para quitarnos algunas dudas pero sinceramente sobre este tema no hay respuestas, y los libros que mas se acercaron fueron ser y tiempo de Heidegger y los ensayos de Montaigne, hubieron cosas muy interesantes que ahora se puede decir que sabemos un poco mas de la muerte, pero la duda de todos es cuando vamos a morir.
Libros filosóficos de la muerte
"Ser y Tiempo" de Heidegger
El
estar vuelto hacia la muerte del que ahora nos hacemos cuestión no puede evidentemente tener el carácter de un ocupado afanarse por realizarla. En primer lugar,
la muerte en cuanto posible no es un posible ente a la mano o que esté ahí,
sino una posibilidad de ser del Dasein. Pero, por otra parte, ocuparse en realizar este posible
equivaldría a provocar el deceso. Pero con esto el Dasein se
sustraería precisamente el suelo necesario para un estar
existentemente vuelto hacia la muerte.
Por
consiguiente, si el estar vuelto hacia la muerte no implica una “realización” de ella, esa expresión
tampoco podrá significar: permanecer junto al fin, en su
posibilidad. Tal actitud se daría
en el “pensar en la muerte”.
Semejante comportamiento consistiría
en pensar la posibilidad calculando el cuándo
y el cómo de su realización.
Es verdad que esta cavilación
acerca de la muerte no la despoja completamente de su carácter de posibilidad, ya que la muerte sigue siendo
objeto de reflexión
en tanto que venidera; sin embargo, ese carácter
queda debilitado por la voluntad de disponer calculadoramente de la muerte. En
cuanto posible, ella debe mostrar lo menos posible de su posibilidad. Por el
contrario, en el estar vuelto hacia la
muerte —supuesto que éste deba abrir comprensoramente la posibilidad ya caracterizada
y abrirla como tal—
ésta debe ser comprendida en toda su fuerza como
posibilidad, interpretada como posibilidad y, en el comporta‐miento hacia
ella, sobre llevada como
posibilidad.
Pero
el Dasein puede relacionarse con algo posible en su posibilidad también en el esperar. Para un tender hacia lo posible, esto posible puede
comparecer, sin impedimento ni menoscabo en su modalidad de “quizás sí
o quizás no, o quizás
en definitiva sí”. Pero, en este fenómeno
de la espera, ¿no encontrará
el análisis el mismo modo de ser respecto de lo posible que
ya fue caracterizado a propósito
del ocupado afanarse por algo? Todo esperar comprende y “tiene” lo que para él
es posible, en cuanto atiende a la
circunstancia de si acaso, o cuándo
y cómo lo posible habrá
de llegar a estar realmente ahí.
La espera no sólo es ocasionalmente un apartar la vista de lo posible
y fijarla en su posible realización,
sino que es esencialmente un esperar ésta. También
en la espera hay un salto fuera de lo posible y un apoyarse en lo real que se
espera cuando se espera algo. Partiendo de lo real y tendiendo hacia lo real,
lo posible es arrastrado por la espera hacia dentro de lo real.
En
cambio, el estar vuelto hacia la posibilidad en la forma del estar vuelto hacia
la muerte debe comportarse respecto de ésta de un modo tal que ella se revele como
posibilidad en y para ese estar. Semejante estar vuelto hacia la
posibilidad lo llamaremos adelantarse hasta la posibilidad. ¿Pero
no implica este comportamiento una aproximación a lo posible y con la proximidad de lo posible no
surge acaso su realización?
Sin embargo, este acercamiento no tiende a hacer disponible algo real ocupándose de ello, sino que en el acercarse comprensor la
posibilidad de lo posible no hace más
que acrecentarse. La
máxima proximidad del estar vuelto hacia
la muerte en cuanto posibilidad es la máxima lejanía respecto de lo real. Cuanto más
desveladamente se comprenda esta posibilidad, tanto más libremente penetrará el comprender
en la posibilidad en
cuanto posibilidad de laimposibilidad de la existencia en general. La muerte, como posibilidad, no le presenta al Dasein
ninguna “cosa por realizar”, ni
nada que él mismo pudiera ser en cuanto real. La muerte es la posibilidad de la
imposibilidad de todo comportamiento hacia…, de todo
existir. En el adelantarse hacia esta posibilidad, ella se hace “cada vez mayor”, es decir, se revela
tal que no admite en absoluto ninguna medida, ningún “más” o “menos”, sino que significa la posibilidad de la inconmensurable imposibilidad
de la existencia. Por su misma esencia, esta posibilidad no ofrece ningún asidero para una espera impaciente de algo, para “imaginarse en vivos colores” lo real
posible, y olvidar de esta manera su posibilidad. El estar vuelto hacia la muerte,
en cuanto adelantarse hasta la posibilidad, hace por primera vez posible esta posibilidad y la deja libre en cuanto tal.
Estar vuelto hacia la muerte es adelantarse hasta un poder‐ser del ente cuyo modo de ser es el adelantarse mismo. En el adelantarse desvelador de este poder ser, el Dasein se abre para sí mismo respecto de su extrema posibilidad. Ahora bien, proyectarse hacia el más propio poder‐ser quiere decir: poder comprenderse a sí mismo en el ser del ente así desvelado, existir. El adelantarse se revela como posibilidad de comprender el extremo poder‐ser más propio, es decir, como posibilidad de existencia propia. La constitución ontológica de esta posibilidad debe hacerse visible por medio de la elaboración de la estructura concreta del adelantarse hasta la muerte. ¿Cómo se lleva a cabo la delimitación fenoménica de esta estructura?
Manifiestamente,
determinando los caracteres que debe tener el abrir anticipante para que pueda
llegar a ser una comprensión
pura de la posibilidad más
propia, irrespectiva, insuperable, cierta y como tal indeterminada. Es necesario
tener presente que comprender no significa primariamente quedarse tan sólo mirando un sentido, sino comprenderse a sí mismo en el poder‐ser que se
desvela en el proyecto.
La
muerte es la posibilidad más propia del Dasein. El estar vuelto hacia esta posibilidad le
abre al Dasein su más
propio poder‐ser, en el que su ser está puesto radicalmente en juego. Allí puede manifestársele
al Dasein que en esta eminente posibilidad de sí mismo queda arrebatado al uno, es decir, que, adelantándose, puede siempre escaparse de él. Ahora bien, sólo
la comprensión de este “poder” revela la pérdida
en la cotidianidad del uno‐mismo que tiene lugar fácticamente.
"Los ensayos" de Montaigne
Que filosofar es prepararse a morir
Dice Cicerón que filosofar no es otra cosa que disponerse a la muerte. Tan verdadero es este principio que el estudio y la contemplación parece que alejan nuestra alma de nosotros y la dan trabajo independiente de la materia, tomando en cierto modo un aprendizaje y semejanza de la muerte; o en otros términos, toda la sabiduría y razonamientos del mundo se concentran en un punto: el de enseñarnos a no tener miedo de morir. En verdad, o nuestra razón nos burla, o no debe encaminarse sino a nuestro contentamiento, y todo su trabajo tender en conclusión a guiarnos al buen vivir y a nuestra íntima satisfacción, como dice la Sagrada Escritura. Todas las opiniones del mundo convienen en ello: el placer es nuestro fin, aunque las demostraciones que lo prueban vayan por distintos caminos. Si de otra manera ocurriese, se las desdeñaría desde luego, pues ¿quién pararía mientes en el que afirmara que el designio que
debemos perseguir es el dolor y la malandanza? Las disensiones entre las diversas sectas de filósofos en este punto son sólo aparentes; transcurramus solertissimas nugas(No nos detengamos en esas fugaces bagatelas. SÉNECA, Epíst. 117.) ; hay en ellas más tesón y falta de buena fe de las que deben existir en una profesión tan santa; mas sea cual fuere el personaje que el hombre pinte, siempre se hallarán en el retrato las huellas del pintor.
Cualesquiera que sean las ideas de los filósofos, aun en lo tocante a la virtud misma (Montaigne emplea casi siempre la palabra virtud en la acepción latina, más amplia y comprensiva que la actual; lo mismo expresa con ella la fuerza, vigor y valor, que la integridad de ánimo y bondad de vida. ) , el último fin de nuestra vida es el
deleite. Pláceme hacer resonar en sus oídos esta palabra que les es tan desagradable, y que significa el placer supremo y excesivo contentamiento, cuya causa emana más bien del auxilio de la virtud que de ninguna otra ayuda. Tal voluptuosidad por ser más vigorosa, nerviosa, robusta, viril, no deja de ser menos seriamente voluptuosa, y debemos darla el nombre de placer, que es más adecuado, dulce y natural, no el de vigor, de donde hemos sacado el nombre. La otra voluptuosidad, más baja, si mereciese aquel hermoso calificativo debiere aplicárselo en concurrencia, no como privilegio: encuentro la yo menos pura de molestias y dificultades que la virtud, y además la satisfacción que acarrea es más momentánea, fluida y caduca; la acompañan vigilias y trabajos, el sudor y la sangre, y estas pasiones en tantos modos desvastadoras, producen saciedad tan grande que equivale a la penitencia. Nos equivocamos grandemente al pensar que semejantes quebrantos aguijonean y sirven de condimento a su dulzura (como en la naturaleza, lo contrario se vivifica por su contrario); y también al asegurar cuando volvemos a la virtud que parecidos actos la hacen austera e inaccesible, allí donde mucho más propiamente que a la voluptuosidad ennoblecen, aguijonean y realzan el placer divino y perfecto que nos proporciona. Es indigno de la virtud quien examina y contrapesa su coste según el fruto, y desconoce su uso y sus gracias. Los que nos instruyen diciéndonos que su adquisición es escabrosa y laboriosa y su goce placentero, ¿que nos prueban con ello sino que es siempre desagradable? porque, ¿qué medio humano alcanza nunca al goce absoluto? Los más perfectos se conforman bien de su grado con aproximarse a la virtud sin poseerla. Pero se equivocan en atención a que de todos los placeres que conocemos el propio intento de alcanzarlos es agradable: la empresa participa de la calidad de la cosa que se persigue, pues es una buena parte del fin y consustancial con el. La beatitud y bienandanza que resplandecen en la virtud iluminan todo cuanto a ella pertenece y rodea, desde la entrada primera, hasta la más apartada barrera.
Es, pues, una de las principales ventajas que la virtud proporciona el menosprecio de la muerte, el cual provee nuestra vida de una dulce tranquilidad y nos suministra un gusto puro y amigable, sin que ninguna otra voluptuosidad sea extinta. He aquí por qué todas las máximas convienen en este respecto; y aunque nos conduzcan de un común acuerdo a desdeñar el dolor, la pobreza y las otras miserias a que la vida humana está sujeta, esto no es tan importante como el ser indiferentes a la muerte, así porque esos accidentes no pesan sobre todos (la mayor parte de los hombres pasan su vida sin experimentar la pobreza, y otros sin dolor ni enfermedad, tal Xenófilo el músico, que vivió ciento seis años en cabal salud), como porque la muerte puede ponerlas fin cuando nos plazca, y cortar el hilo de todas nuestras desdichas.
Dice Cicerón que filosofar no es otra cosa que disponerse a la muerte. Tan verdadero es este principio que el estudio y la contemplación parece que alejan nuestra alma de nosotros y la dan trabajo independiente de la materia, tomando en cierto modo un aprendizaje y semejanza de la muerte; o en otros términos, toda la sabiduría y razonamientos del mundo se concentran en un punto: el de enseñarnos a no tener miedo de morir. En verdad, o nuestra razón nos burla, o no debe encaminarse sino a nuestro contentamiento, y todo su trabajo tender en conclusión a guiarnos al buen vivir y a nuestra íntima satisfacción, como dice la Sagrada Escritura. Todas las opiniones del mundo convienen en ello: el placer es nuestro fin, aunque las demostraciones que lo prueban vayan por distintos caminos. Si de otra manera ocurriese, se las desdeñaría desde luego, pues ¿quién pararía mientes en el que afirmara que el designio que
debemos perseguir es el dolor y la malandanza? Las disensiones entre las diversas sectas de filósofos en este punto son sólo aparentes; transcurramus solertissimas nugas(No nos detengamos en esas fugaces bagatelas. SÉNECA, Epíst. 117.) ; hay en ellas más tesón y falta de buena fe de las que deben existir en una profesión tan santa; mas sea cual fuere el personaje que el hombre pinte, siempre se hallarán en el retrato las huellas del pintor.
Cualesquiera que sean las ideas de los filósofos, aun en lo tocante a la virtud misma (Montaigne emplea casi siempre la palabra virtud en la acepción latina, más amplia y comprensiva que la actual; lo mismo expresa con ella la fuerza, vigor y valor, que la integridad de ánimo y bondad de vida. ) , el último fin de nuestra vida es el
deleite. Pláceme hacer resonar en sus oídos esta palabra que les es tan desagradable, y que significa el placer supremo y excesivo contentamiento, cuya causa emana más bien del auxilio de la virtud que de ninguna otra ayuda. Tal voluptuosidad por ser más vigorosa, nerviosa, robusta, viril, no deja de ser menos seriamente voluptuosa, y debemos darla el nombre de placer, que es más adecuado, dulce y natural, no el de vigor, de donde hemos sacado el nombre. La otra voluptuosidad, más baja, si mereciese aquel hermoso calificativo debiere aplicárselo en concurrencia, no como privilegio: encuentro la yo menos pura de molestias y dificultades que la virtud, y además la satisfacción que acarrea es más momentánea, fluida y caduca; la acompañan vigilias y trabajos, el sudor y la sangre, y estas pasiones en tantos modos desvastadoras, producen saciedad tan grande que equivale a la penitencia. Nos equivocamos grandemente al pensar que semejantes quebrantos aguijonean y sirven de condimento a su dulzura (como en la naturaleza, lo contrario se vivifica por su contrario); y también al asegurar cuando volvemos a la virtud que parecidos actos la hacen austera e inaccesible, allí donde mucho más propiamente que a la voluptuosidad ennoblecen, aguijonean y realzan el placer divino y perfecto que nos proporciona. Es indigno de la virtud quien examina y contrapesa su coste según el fruto, y desconoce su uso y sus gracias. Los que nos instruyen diciéndonos que su adquisición es escabrosa y laboriosa y su goce placentero, ¿que nos prueban con ello sino que es siempre desagradable? porque, ¿qué medio humano alcanza nunca al goce absoluto? Los más perfectos se conforman bien de su grado con aproximarse a la virtud sin poseerla. Pero se equivocan en atención a que de todos los placeres que conocemos el propio intento de alcanzarlos es agradable: la empresa participa de la calidad de la cosa que se persigue, pues es una buena parte del fin y consustancial con el. La beatitud y bienandanza que resplandecen en la virtud iluminan todo cuanto a ella pertenece y rodea, desde la entrada primera, hasta la más apartada barrera.
Es, pues, una de las principales ventajas que la virtud proporciona el menosprecio de la muerte, el cual provee nuestra vida de una dulce tranquilidad y nos suministra un gusto puro y amigable, sin que ninguna otra voluptuosidad sea extinta. He aquí por qué todas las máximas convienen en este respecto; y aunque nos conduzcan de un común acuerdo a desdeñar el dolor, la pobreza y las otras miserias a que la vida humana está sujeta, esto no es tan importante como el ser indiferentes a la muerte, así porque esos accidentes no pesan sobre todos (la mayor parte de los hombres pasan su vida sin experimentar la pobreza, y otros sin dolor ni enfermedad, tal Xenófilo el músico, que vivió ciento seis años en cabal salud), como porque la muerte puede ponerlas fin cuando nos plazca, y cortar el hilo de todas nuestras desdichas.
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